jueves, 11 de febrero de 2010

Estoy leyendo…




El Museo de la Inocencia, del turco Orhan Pamuk (regalo de Juan Millet por Reyes).

Una novela de amor ambientada en Estambul.
Una novela de amor a Estambul.
Una novela de amor.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Bookless in seattle 2 (Fumadores)


Había una mujer de unos treinta años paseándose nerviosa por delante de la librería cuando Henry dobló la esquina. Andaba con pasos cortos y daba breves caladas a un cigarrillo. Era baja y compacta, de hombros cuadrados, casi cúbica. De lejos parecía una locomotora enloquecida sembrando con pequeñas nubes de humo el aire frío de la noche.
Se acercó hasta ella, la saludó cortésmente y le pidió un cigarrillo.
- Me llamo Henry.
- Yo, Susan.
Durante un minuto solo abrieron la boca para expulsar el humo. Fumaban ambos con rapidez y acabaron acompasándose: se llevaban el cigarrillo a los labios al mismo tiempo y también al unísono exhalaban el humo. Hasta que se dieron cuenta y estallaron a la vez en unas risas ahumadas.
- ¿Es la primera vez? – preguntó Henry.
- Sí. Me ha mandado mi terapeuta.
- Como a todos.
Siguieron fumando en silencio, como si la mención del terapeuta impusiera un silencio respetuoso, reservado.
- Ya sabes que dentro no se puede fumar, ¿no?
- Claro.
- Pero al menos hay una máquina de café… Y libros, muchos libros.
- No esperaba menos.

martes, 9 de febrero de 2010

REGALOS LIBRESCOS


Hace tiempo me propuse no leer ni comprar más libros de Lucía Etxebarria. Este año el primero de dichos propósitos era fácil de cumplir, dado que no puedo comprar libros. Sin embargo, siempre aparecen espíritus atentos –gracias, Miguel – empeñados en que rompa la segunda al regalarme por sorpresa su última novela, Lo verdadero es un momento de lo falso. recién salida del horno editorial.
¿Será más de lo mismo o supondrá un giro en su carrera?
Prometo manteneros informados, por si a alguien le interesa.

lunes, 8 de febrero de 2010

La carretera: leída y vista


Ayer terminé La carretera, de Cormac McCarthy, alrededor de las seis de la tarde, y vi La carretera, de John Hillcoat, en la sesión de las ocho y media. No fue casualidad, por supuesto. Sabiendo que iría al cine el domingo, pedí prestada la novela para leerla antes de ver la película. Dicho y hecho. O, mejor dicho: leída y vista.

Leída…
Cormac McCarthy consigue en La carretera el más difícil todavía literario.
Como siempre en los grandes, es una cuestión de estilo, pero no como exhibicionismo petulante de recursos, no como un hombre que te llama a voces desde el otro lado del campo para que lo mires y te des cuenta de que está ahí, sino como simple y pura necesidad. Así tenía que ser –piensa uno al ir leyendo – con ese tono, con esas palabras y de ninguna otra manera.

… y vista
Por todo ello, cualquier adaptación al cine de La carretera estaba condenada al fracaso, porque la novela es en sí anticinematográfica. Es el desolado reino de la palabra, y ahí reside su grandeza.
La de John Hillcoat no es una buena ni una mala adaptación: es quizás la única posible. Pone imágenes a la trama del libro –con algunas licencias – y poco más.
Hay, eso sí, dos grande errores: la música y la voz en off.
La carretera debería ser una película casi muda en la que solo se oyera el ruido crepitante de la tierra amortajada por las cenizas preapocalípticas.
De nuevo, como siempre, es una cuestión de estilo. La historia aquí funciona; el estilo, no. A diferencia de la novela, la película sí que la imaginamos contada de otra manera.